Hace ya muchos meses, escribí un estado de Facebook preguntándole a mis amistades lo siguiente: “Si comienzo un blog, ¿quién lo lee?” Muchas personas dijeron “Yo” y, pues, yo me lo creí.
Hace unos días atrás, participé en unas “carreritas de escritura” (entiéndase: “writing sprints”) dirigidas por la autora puertorriqueña Alexandra Román. Durante esas carreritas, trabajé lo que sería mi primer blog post. Eso no es lo que ven aquí. Esa entrada creció mucho y editarla me tomará energía que no tengo ahora mismo. Pero si sigo esperando, nunca voy a comenzar esta vaina. Me conozco. Hoy dije: ¡me lanzo!
Como estoy aburrida en estos momentos, les voy a contar sobre mi día.
Cerca de donde vivo—sí, en el p(l)a(n)tano—hay un restaurante de comida criolla que no es ni delicioso ni desagradable. Lo corre una mujer Niuyorican que me contó su vida entera la primera vez que la conocí, pero hoy me habló como si nunca me hubiera conocido en la vida. No hay problema con eso. Es normal. Pero ese no es el punto de esta anécdota. Sólo un dato curioso.
El punto del cuento es el siguiente: en ese restaurante, en lugar de vender mofongo relleno de pechuga, venden pechuga rellena de mofongo. Lo encontré curioso y pedí una.
Ahora que lo pienso, ese tampoco es el punto de esta anécdota. El punto ha de ser este: mientras esperaba para pagar, uno de los cocineros sale de la cocina para cuchichear con Doña Niuyor. Como yo soy entrometía, me le quedo mirando. Él nota mi mirada, porque es inevitable no notarla. Desde pequeña me decían lo mismo: “Karla Marie, tienes una mirada muy intensa”. Creo que es por eso que se me hace difícil mirar a las personas a los ojos. Una parte muy pequeña e ilusa de mí vive bajo la mentira—o la verdad—que si miro a las personas muy fijamente, se manifestaran sin permiso todos sus secretos. Pero eso no viene al caso.
El caso es el siguiente: el hombre en discusión me mira intensamente a los ojos y me suelta una sonrisa bien pero que bien pícara. Mi corazón dio un brinquito. El muchacho tiene una sonrisa preciosa, la cual tuve la dicha de admirar porque el susodicho no estaba usando máscara. Le sonrío de vuelta porque una sonrisa no se le niega a nadie, mucho menos si ese “nadie” tiene la sonrisa bonita.
El intercambio sólo dura unos segundos. El muchacho se vuelve y sigue con su chisme. Por algún motivo, me le quedo mirando. (El motivo es que él sigue susurrándole cosas a la doña y yo soy entrometía.) Él se da cuenta que lo estoy mirando y sube la vista, vuelve a mirarme a los ojos y nos quedamos así por unos segundos. El muchachito es bien lindo. Es bajito y flaquito, trigueño, y tiene un “flow” calle muy pícaro. No, no es el chisme lo que me atrae. Ahí es que me percato que lo estoy mirando porque siento una atracción muy leve–o quizás no tan leve–hacia este muchacho tan carismático. Esto es muy curioso porque hacía más de una década que no sentía atracción alguna hacia un hombre cis.
La realización me saca del trance y, sonrojada, redirijo mi mirada al suelo, confundida. Tampoco estoy acostumbrada a inspirar atracción en hombres así (entiéndase: lindos, pícaros y atrevidos). Pero a ese hombre le gusté, mira que jodienda. Y lo sé porque ya una vez sentada, el seguía saliendo de la cocina para hacer literalmente nada más que mirarme, haciendo ruido y cosas raras para inspirar mi mirada. No lo logró. A mí todo me da vergüenza y la vergüenza es el espanta-polvo más efectivo que la religión y otros mecanismos opresores han inventado/empuñado.
Eventualmente, el muchacho se rinde, porque aunque estoy loca por sonreírle de nuevo, no tengo la energía para ser “cute” con él ni con nadie. Me sigo comiendo mi quesito de guava-cheese que, al fin y al cabo, está más bueno que’l tipo que definitivamente no me voy a tirar.
Ahora que lo pienso, ese tampoco era el punto de esta anécdota. Sólo otro dato curioso sobre mi día.
El punto ha de ser este: hoy me puse un traje para salir de la casa. Si alguna de mis amistades está leyendo esto, estoy segura que voy a escuchar el: “WHAAAAAAAT!?!?!?!?” en mi casa sin importar que tan lejos estén de mí. El sonido de la sorpresa siempre viaja a la velocidad de un DM. ¿Será por el traje que le gusté a Mr. Ojitos? Le apodaré “Mr. Ojitos” en lugar de “Mr. Sonrisa” porque siento que los ojos son personajes importantes en este cuento.
¡Ajá! ¡Me acordé del punto de la anécdota! Sigo en el próximo párrafo.
Antes de ir a comprar mi pechuga rellena de mofongo (y envuelta en tocineta), paré en Staples. La realidad es que el motivo de mi salida era ese: ir a Staples. Allí compré 10 cajas para empacar libros ya que en agosto regreso a Atlanta a culminar el doctorado de la muerte. (¡Dún dún dún!) También compré dos libretas que no necesito para nada, pero eso no viene al caso. Cuando fui a pagar, el punto culminante de la historia tomó lugar. He aquí esa historia:
Estoy caminando hacia la caja con 10 cajas. Me duelen los dedos porque no se me ocurrió agarrar un carrito y las cajas pesan. El traje se me está subiendo y, si no me apuro, mi culo se verá expuesto. Me pica la teta. (No me picaba la teta pero quiero que eso sea parte de la historia.) Camino tan rápido que parezco liebre dando brinquitos. Por fin llego a mis destino y pongo las cajas sobre la caja. La cajera me dice:
–Can you please move them over there! This one’s closed! I’m sorry!
No digo nada y muevo las cajas. Ella me hace preguntas pero yo la ignoro porque estoy mirando las libretas Moleskin (mis favoritas) que tienen al lado de la caja. Los malditos saben lo que hacen. (Los malditos son los diseñadores de tiendas.) Caigo en la trampa.
–One sec… –Le digo a la cajera sin mirarla y me acerco a las libretas. Agarro dos. (NO LAS FOKIN NECESITO.) –These, too, please.
–Sure! Do you have our rewards card?
–I’m not sure.
–If you give me your phone number, I can check!
–Sure. It’s 787… –I get distracted by something.
–Siete-ocho-siete…
–Yes, siete-ocho-siete… –Wait… ¿Por qué carajo me está hablando en español? ¿Está malo mi inglés hoy? Ignoro mi paranoia. –Sí, 787-blah-blah-blah-blah-blah-blah-blah.
–¿Quiere comprar una de estas cajitas de materiales escolares?
–No, no la necesito. –Le respondo luego de considerar el contenido.
La muchacha se queda callada. Noto que quiere decir algo pero esta debatiendo si debe hacerlo. La miro intensamente ya que es la única mirada que tengo. Considera no decir nada. Ha de ser que mi mirada intensa la tiene nerviosa. Le sonrío porque, lamentablemente, aun cuando estoy de buen humor parezco bicha. Qué quede claro que no lo soy. Y aunque lo fuera, la muchacha es brava y me zumba la siguiente explicación:
–No sería para usted. Nosotros las donamos a niños que necesitan materiales escolares. –Señala un barril azul lleno de cajitas amarillas.
Suspiro avergonzada. Me siento pendeja. Quizás ella ya me había explicado esto y yo no la escuché por estar pendiente a las libretas que no necesito.
–Bueno, pues entonces sí la compro. Soy maestra. ¿Y qué tipo de maestra sería si no cooperara con esta causa, no?
–¡Wow! Eres maestra. Qué hermoso. ¿Te gusta dar clases en Florida?
–Bueno, en realidad soy candidata doctoral en una universidad en Atlanta. Doy clases allí. Me gusta.
–¡Wow! Haz de tener muchos estudios. Yo estaba estudiando en Puerto Rico…
–¡Ah! ¡Mira que bien! Eres de Puerto Rico.
Con mi distracción crónica, enfermedad de la cual siempre he padecido, ni cuenta me di del acento. Ahora entiendo tanto. Es Boricua. Por eso el “code switch”. I should’ve known!
–¡Sí! Supe que también era puertorriqueña por el 787. ¿De qué parte eres?
Le sonrío a la muchacha que es, indudablemente, más joven que yo. Gen Z, asumo. Mi corazón se llena de emociones bonitas. Si les soy honesta, no hay cosa que me guste más que encontrarme con Boricuas en la diáspora. Llevo 6 años por acá. Ha sido difícil. Pero eso es un blog post para otro día.
–Soy de Mayagüez. De hecho, me gradué de la UPR de allí, del Colegio.
–¡Wow! Yo estaba estudiando en el Recinto de Carolina. Ese era mi sueño, estudiar allí. Pero lo tuve que dejar y venirme para acá a trabajar.
Admito que una parte de mí se murió cuando dijo eso. Pero le sonreí con ternura, como si nada, porque no hubiera sido sensible continuar el tema.
–¿Cuánto es?
–Así que te graduaste de la UPR… –Me dice. –Y ahora estás haciendo un doctorado. Tienes muchos estudios.
No sabía como sentirme ni qué decir. Dije lo siguiente:
–Sí. Me gradué del Colegio. Hice la maestría en una universidad en Illinois…
–¡Wow! Muchos estudios.
Sonrío de nuevo.
–Y ahora el doctorado en Atlanta.
Le pago las cajas y las libretas.
–Sabes, –Le digo. Obvio que no sabe, pero le informo, –Llevo tiempo contemplando empezar un blog. Ya compré el domain. Parte de lo que quiero hacer es subir “tips and tricks” para estudiantes Boricuas, especialmente para aquellos que estén contemplando una educación graduada. Por ejemplo, que he hecho que me ha resultado y que cosas me han salido terriblemente mal. Entre otras cosas del diario vivir…
–Deberías hacerlo. Tienes muchos estudios. Ayudaría.
–Quizás algún día vuelvas a estudiar. –Trato de alentarla porque me veo en ella. Veo sus ganas. También veo sus obstáculos. No son su culpa.
–Quizás si escribe su blog. –Me dice.
Sonrío. Agarro las cajas y las libretas y, antes de darme la vuelta le digo:
–Quizás. Gracias. Cuídate.
–¡Nos vemos! ¡Cuídese!
Puñeta. Estoy vieja.
Fin.
Señorita de Staples, he aquí mi “quizás” materializado. Si usted lee esto y necesita ayuda volviendo a estudiar, pues, mis conocimientos, dentro de mis posibilidades, son suyos también. Y del que los necesite.
No creo que todo lo que escriba en este espacio sea sobre la academia. Había una vez un mundo en el cual la academia era mi todo. Soberano error. Mi primer consejo para futuros estudiantes graduados es el siguiente: no haga de su trabajo su todo. Su todo vale más de lo que le van a pagar. Entonces, sólo entregue lo necesario. Aprenda a guardar partes de usted para usted.
Con amor, hasta la próxima,
La Maestra
Gracias por compartir. Me gustó mucho el estilo, coloquial, con humor.¡Éxito, siempre pa’lante!!!
Sadie
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Muchas gracias, Sadie. Me alegra mucho saber que disfrutaste de mis palabras. Muchas gracias por la motivación y el apoyo. Abrazote. xx
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Hola!
Mi intención no era leerlo completo cuando le di click, pero me dio curiosidad leer que tendría que escribir aquella niña/adolescente con quien comparti los ańos más weird de la vida de un ser humano (highschool).
Me cautivó tu historia, el escribir “ese no es el punto” varias veces me hacía querer seguir leyendo. Tienes talento pues tienes muchos estudios como dice la cajera 🙂
Continúa esribiendo, puede sorprenderte a cuantas personas podría llegar tu conocimiento y de la forma que podrías impactarlos ! Keep it going
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Hola, querida. Muchas gracias por leerme y por dejar este comentario. Cuando vi tu nombre, me impactó un poco – el tiempo y la distancia hacen que personas conocidas se conviertan en personas extrañas. Pero leer tu “comment” abrió como un “wormhole” en el tiempo y me vino a la menta tu cara, momentos y conversaciones en el lobby de la Inmaculada, risas en los salones de clase, en fin, momentos vividos durante esa etapa súper weird (lol). Agradezco las memorias inesperadas. ¡Muchas gracias por el apoyo y por la moti! Espero que andes bien. Y como dicen por acá, “don’t be a stranger now!” Un abrazo.
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