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ESTE PAÍS ES INHÓSPITO.

Esto es una entrada improvisada porque me tengo que sacar algunas cosas de adentro. De una vez aprovecho para utilizar por fin la ilustración adjuntada, la cual hice hace ya muchos meses. Es un auto-retrato para el cual me visualicé como una Karen por aquello de tratar de entender algunas cosas. No entendí nada, pero disfruté imaginarme en ese contexto de todas formas. Mis disculpas de antemano a todas las mujeres que conozco que se llaman Karen, quienes son personas bastante agradables y bondadosas. La Karen que ilustro en esta entrada con un tono un tanto exagerado y satírico (valga la aclaración), no las representa. La Karen ilustrada en esta narrativa necesita ir a terapia y/o someterse a un exorcismo. Digo eso con todo el amor que me es posible redirigir hacia ellas—que no es mucho, pero está presente. Esto será relevante luego.

Comienzo:

Es jueves (en realidad hoy es sábado, pero escribí este párrafo el jueves). Mi cama está regada y no me da la gana vestirla. Toda mi ropa negra está amontonada en un esquina de mi habitación y no me apetece recogerla. Hay libros, libretas y otros útiles escolares apilados encima de cada mesa y estante que tengo en mi cuarto. Hay aún más cosas encima del escritorio que odio y que nunca uso. Lo voy a vender, decido.

Esta semana ha sido una de mucha contemplación. Admito que se me ha hecho difícil existir más allá de mi estado natural como ser sobre-pensante. Ando en auto-piloto, componiendo secuencias rítmicas en mi cabeza que me hagan sentir humana porque la otra opción es sentirme fantasma. Me miro en el espejo y trato de encontrar a la muchacha optimista que regresó a la ciudad con paso firme. Sigue aquí, pero está cansada.  No hará nada por unos días para recobrar energías. Trabajará lento. Escribirá poco. Se reirá mucho porque ha aprendido que algunas medicinas viven dentro de ella misma. Virará los ojos ante sus cursilerías—cursilerías como este párrafo—porque nadie nunca le enseñó muy bien como manejar el cinismo y porque el nihilismo francamente ya tiene que pasar de moda (¡qué pereza!). Escribirá sobre ella misma en tercera persona. Cuestionará si debe subir esta entrada porque la está escribiendo a último minuto (y porque le tiene miedo a la controversia). La subirá a pesar del miedo porque algunas cosas hay que hablarlas sin pelos en la lengua.

Confieso:

El martes fue un día particularmente retante. Empezó bien—dentro de lo que cabe.  Para poder hablar del tema, voy a distanciarme lo más posible de mi misma para tratar de pintar con palabras otras posiciones diferentes a las mías. Pero primero, déjenme enseñarles un poquito mi realidad:

Eran las 10 de la mañana y estaba tirada en la cama (porque era martes y suelo permitirme dormir hasta tarde los martes) cuando recibo un mensaje de mi hermana dándome los buenos días. Me emociona saberme pensada. Le contesto y entablamos nuestras posiciones: ella está siendo madre y yo estoy tirada en la cama como una morsa. Le pregunto como está. Se tarda en responder. Me asusto. Le escribo de nuevo: “Nena, ¿estás viva?” Ella me responde: “Sí. Te quiero contar algo es. ¿Te puedo llamar?” Algo pasó.

Consideren la siguiente posición:   

Es mi pensar que muy pocas personas dejan su terruño por que sí. Casi siempre hay motivos particulares para irse. En el caso de la migración Boricua actual, ese motivo es la crisis (la cual no definiré en esta entrada, en parte porque pienso que no es necesario). Algunos dirán: “¡Ay! ¡Pero Puerto Rico siempre está en crisis!” A lo que respondo: “Por eso siempre se migra.”

Cuando mi hermana me dijo que migraría, no supe que decirle. Francamente, sus deseos—o mejor dicho, su necesidad—me paralizó. Ella me lee (y es mi audiencia predilecta), así que me dirijo a ella:

Cuando me dijiste que te mudarías, me asusté mucho. Este país es inhóspito. Aclaro: en este país hay de todo—cosas buenas, malas y otras que son indefinibles en el espectro moral—pero lo más que hay son bestias salvajes. Este lugar es una jungla. Debí decirte: “¿Haz escuchado alguna vez sobre la Karen?”

Las mujeres que tuviste que batallar en ese parque han sigo catalogadas con el nombre científico: Karen Xenofobicus Racistus Pendejicencis (sí, tuvieron que ponerle ese nombre tan largo para poder acaparar toda su frivolidad y malicia). En palabras finas, son unas c*b****s. Van por la vida vestidas de blanco, haciéndose las victimas y fastidiándole la existencia a toda persona que este haciendo nada más que existir y respirar cerca de ellas. Sus presas suelen ser (in)migrantes, las personas catalogadas acá, en EEUU, como “PoC (person of color—en español, personas de color, entiéndase: personas que no son blancas), al igual que cualquier otra persona que se encuentren mal parada, asumo yo (aclaro: “mal parada” desde su perspectiva). Son particularmente peligrosas para las personas negras y es por eso que tu hija, sintiendo el peligro, inteligentemente corrió a esconderse en la casita de la chorrera. La Karen es una de las criaturas más salvajes que existen en este país. Lamento que te hallas encontrado de frente con esas cuatro mujeres blancas. ¡Qué pereza!

Valga la aclaración: No todas las mujeres blancas son Karen, pero todas las Karen, hasta ahora, son blancas.

Lamento tanto no haberte hablado más abiertamente sobre esta criatura, pero estaba tratando de protegerte. Al menos, en mi ignorancia, pensé que te estaba protegiendo. La realidad es que no quería que sintieras miedo al mudarte ya que entendía muy bien el hecho de que necesitabas este cambio para ti y para tus hijes. Pero bueno, ya qué carajo, si de todas formas te tocó vivir esta odisea. Tus hijes aprenderán de esta experiencia tanto como tú ya haz aprendido. En pocas palabras: batallas como estas te llevarán a evolucionar como Pokemon. Después de Charizard, tú.

Tu hijo cambiará también. Las pesadillas sobre el evento se transformarán en otra cosa. Por ejemplo, en determinación. Aprenderá inglés más rápido porque es un niño bondadoso y querrá utilizar las palabras como arma de verdad. Tu hija, al estar tan pequeña, olvidará con el tiempo las risas feroces de esas hienas. Al menos eso es lo que deseo para ella—que el tiempo haga su trabajo y la proteja. Tú también serás más sabia ahora que entiendes que lo único que la policía hará ante el acoso de las Karen es decirte a ti que te vayas a tu casa mientras las bestias gritan y mienten desde alguna esquina. Esto es un problema social para el cual no veo solución inmediata. Por ende, te toca aprender que algunas batallas no valen la pena. Como siempre digo: “A veces perdiendo se gana.” Safety first, baby. La seguridad es primero.

Lo último que diré, lo digo porque estos son los valores que nos traemos desde nuestra pmatria—los que nos enseñaron nuestres ancestres: no importa lo que pase, siempre ten compasión y empatía. Esas mujeres necesitan ayuda a la cual no tienen acceso porque este país las reproduce intencionalmente. Las empobrecen y las oprimen y las llevan a competir por recursos que no existen. Así es que funciona la opresión: gracias a fantasías raciales y espejismos económicos.

Repito, recuerda que no todas las mujeres blancas son Karen. De hecho, muchas de ellas son amigables y dadas. Pero, lamentablemente, no es siempre fácil discernir quién es una fiera y quién es una amiga. Se observadora. Confía en tus instintos y en tu intuición. Recuerda también que lo que te dijeron no es cierto: tú sí perteneces aquí. Tú también tienes derecho a ocupar espacio. Tú también eres Americana, si es eso lo que deseas ser. Y si a las Karen no les gusta que estés aquí, pues que le hagan un favor a Puerto Rico y protesten por su liberación. Así no tenemos que mudarnos. Sólo digo. Yo no sé como a ellas no se les ocurren estas soluciones tan obvias.

Te amo, bruja. Siempre con la frente en alto, ¿oyó? xoxo

Bueno, ese fue mi drama de la semana. Curiosamente, esta entrada terminó siendo muy diferente a la que tenía en mente… Terminó siendo medio mamística—o sea, la forma literaria que terminé reconstruyendo es la forma popularizada en las redes sociales por la figura pública que fue mi madre, quien era famosa por escribirle cartas dramáticas a sus hijes por Facebook. (Le atribuyo ese título en este espacio porque si usted conoció a mi madre, usted sabe que ella vivió su vida como si fuera una figura pública local.) Esas cartas solían darme un poco de vergüenza porque siempre eran bien personales, pero ahora entiendo. En la distancia, ella estaba, como siempre, tratando de ser nuestra más grande maestra. El amor a distancia es creativo. Comparto esta carta en mi blog porque tengo el presentimiento que quizás otras personas además de mi hermana necesiten leerla. La Karen nos afecta a todes.

Pero bueno, si quieren leer más sobre la figura de la Karen, Edcel J. Cintrón González escribió sobre ellas en esta antología.

La próxima entrada será sobre la odisea que fue conseguir un mapo en Atlanta porque a mi también me gusta ser frívola de vez en cuando.

Qué tengan un lindo domingo,
Karlié de las Casas  

CAJAS II: LA MUDACIÓN Y SUS RITMOS.

Atlanta se siente diferente. “Tiene buen yuyu”, dice mi padre, “sólo tienes que ser paciente”. O algo así. Él siempre percibe cosas que yo no. La marea de la vida nos lleva a todes a perspectivas diferentes. Por eso me divierte, a veces, conversar.

Mientras escribo estas palabras, está lloviendo. Estará lloviendo todo el día.

Han pasado 24 horas desde la lluvia. Fui a Target con mi housemate y compré cosas: libreros, una lámpara, un air fryer—objetos que ayudan a que los espacios se sientas más hogareños. Me place curar este espacio con una estética nueva: una que diga “mira que grande soy”. Me place curar. Por eso también compré mascarillas—o como les digo a veces, cuando nadie me escucha, “curitas para los pulmones”—y animal crackers (de esos que están cubiertos en frostin’ blanco y rosita, sin importar que me suban el azúcar… Me hacen sentir niña de nuevo y eso hace que valgan la pena). Me place gastar dinero en artículos para el hogar—y placeres para mi cuerpo, que también es, hasta cierto punto, un hogar.

Aún así, confieso:

Es raro estar de vuelta en la ciudad. Las ciudades no me gustan tanto que digamos: son ruidosas, veloces y pasajeras. No quiero generalizar, pero percibo, con relativa certeza, que aquí casi nadie se detiene a observar los entornos por más de unos minutos. La gente va y viene con mucha prisa. El amor es efímero, como en aquella canción de Laura Pausini. El tiempo se hace agua.

El fenómeno más alarmante es como las identidades, inclusive aquellas a las cuales te haz aferrado por muchos tiempo, mutan a una velocidad increíble.

¡Puf!

Cambiaste.

¡Puf!

De nuevo.

Un día eres alguien y al otro te haz transformado en alguien más. Y todo en un abrir y cerrar de ojos. A veces el cuerpo ni permiso te pide. Sólo obra a su favor, siguiendo su brújula interna, aquella que indica que el nuevo norte requiere que te sometas a ciertas modificaciones (internas o externas—la realidad varía). Darwin decía que la vida es del que se adapta—o algo así, nunca me ha dado con leer al tipito ese con muchísimo detenimiento—pero eso me parece un poco miope… Al menos tomarlo literalmente. Pienso que hay mierdas a las cuales no nos debemos adaptar. Pero esa es una tangente para otro día.

Por hoy, quiero hablar un poquito sobre los ritmos y los espacios (no se preocupen, seré breve):

Extraño el pantano. A pesar de que era, hasta cierto punto, más ruidoso que este pedacito de ciudad que llamo mío.

Extraño a las ranas y a los lagartos—aunque son bien feos y me dan un poco de asco y miedo.

Extraño a mi familia: tanto los abrazos como las peleítas bobas. La distancia hace que uno aprecie cosas que, en el momento, parecían ser una molestia. Las apariencias engañan, como tode puertorriqueñe sabe. Esas cosas mal dobladas, como estas palabras tan insuficientes, se han convertido en anhelos súbitos:

Ejemplos:

El sónido de la puerta cuando mi hermano llegaba del trabajo; las perras de papi ladrando todo el día porque lo extrañan; el llanto lejano de un bebé o dos; las conversaciones en la cocina; las interpretaciones de sueños en la mañana; las risas de les niñes corriendo bicicleta en la urbanización; etc., etc..

Más ejemplos:

Cotidianidades. Familiaridades. Vivencias irremplazables.

Mas aún así, la ciudad me llama. Y en esta ocasión tan ocasionada, me invita a que la bese.

La ciudad me dice:

Acaríciame. Me hacías falta. Extrañaba tu pulso ligero. Obsérvame. Necesito saber que alguien cuenta mis flores. Necesito saber que alguien resiste parpadear ante mis bosques y mis rascacielos. Escríbeme. Dime que mis ahoras tienen valor. ¡Dime que mis ahoras tienen valor!

Puñeta, Atlanta, cálmate. Tengo otras cosas que hacer—tales como:

Disfrutar de la compañía de amigues y colegas brillantes que me retan a expandir mi pensar, a veces, tan conservador y práctico. Disfrutar de la compañía de amigues y colegas que me retan a simplificar mis radicalidades también. Es un sube y baja esta vida tan loca. ¡Pero qué sube y baja!

Gracias a todes les que caminan conmigo, aun a sabiendas que me muevo despacio y con recelo.

Gracias por leerme.

Con amor,

Un caminante haciendo camino al andar.